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LOS SENTIDOS VS LA RAZÓN EN EL DIBUJO

Es curioso que a pesar de llevar toda una vida dibujando, ha sido gracias a mi experiencia en la enseñanza cuando más he comprendido los puntos clave del dibujo.


Cuando tienes a tus espaldas un largo recorrido especializándote en una función concreta, vas sumando un sinfín de automatismos, pequeños detalles, como pueden ser la colocación de la mano, los diferentes puntos de presión a ejercer con un lápiz o un carboncillo, cuándo debes añadir agua o secar el pincel durante el proceso de una acuarela, etc. Es el equivalente a muchas otras prácticas, como podría ser la conducción de un automóvil. Cuando te sientas frente al volante por primera vez y el instructor te muestra el funcionamiento de los pedales, pequeños y útiles trucos para aparcar y cambiar las marchas...al principio parece muy complejo, nos invade la inseguridad y tenemos la impresión de tener que pensar en muchos factores a la vez. Con el paso del tiempo vamos integrando todo lo aprendido, aquellos conceptos que parecían muy complicados de asimilar pasan a formar parte de nuestro día a día de forma natural y sincronizada.


Es exactamente lo mismo que sucede con el dibujo y la pintura. Cuando llegan alumnos nuevos y me consultan, aprendo que hasta el más mínimo detalle del proceso tiene su repercusión en el resultado final y es gracias a esas consultas cómo soy consciente de todos esos detalles que ya están tan arraigados por el paso del tiempo que parecen ser invisibles. Gracias a los alumnos redescubro todo aquello que es realizado de forma inconsciente y que es fundamental visibilizar. He aprendido que el mayor enemigo del dibujo es la razón. Y con esto no me refiero al análisis o la reflexión, que es fundamental en el proceso, si no a todos los conceptos que nos han enseñado sobre cómo deben ser las cosas. Lo explicaré con algún ejemplo sencillo. A menudo me encuentro con que al representar un árbol que está a una distancia significativa, suelen dibujarse las hojas e incluso los nervios de éstas, siendo imposibles de apreciar desde la lejanía. El árbol desde la distancia tan sólo es un conjunto de manchas irregulares en tonos verdes y marrones.


Otro caso muy común, al que nos enfrentamos a diario son los retratos en semiperfil o las pestañas. En un retrato en semiperfil, hay un lado de la cara, el más cercano a nuestra vista (o a nuestra cámara), que se muestra en un tamaño mayor, por un efecto de perspectiva, y por lo tanto debemos dibujar en mayor tamaño que el otro lado del rostro. Sucede lo mismo con el resto de elementos que forman parte del retrato. La nariz divide la cara en dos partes consideradas simétricas o iguales. Si por ejemplo el modelo ladea la cara y nos muestra mayoritariamente su lado derecho, todos los elementos (ojo, ceja, mitad de la nariz, boca, barbilla..) situados en el lado derecho deben tener un tamaño mayor que los situados a la izquierda. Es algo que parece obvio pero no lo es en absoluto.


La razón tiene un papel tan importante en nuestra mente que anula lo que nos indican los sentidos y nos empuja a dibujar ambos lados de la cara de forma simétrica, aunque nuestra vista nos indique lo contrario. Cuando dibujamos o pintamos debemos dejarnos guiar por nuestros ojos, analizar la dirección y la longitud de las líneas, el tono...y nada más. Es innecesario e incluso perjudicial pensar en que lo que estamos representando es un árbol o es un ojo. Hablando de ojos, precisamente antes hablaba de las pestañas, y es que precisamente por lo que comentaba de la supremacía de la razón sobre los sentidos, es habitual ver cómo se dibujan multitud de pestañas en ojos que o apenas tienen pestañas o están lo suficientemente lejos para no percibirlas como pelitos individuales si no como sólo una mancha oscura que rodea el ojo. Esto nuevamente es resultado de pensar que un ojo DEBE tener pestañas y éstas están compuestas de miles de pelitos, porque así me lo dice la razón, y aunque no estén, las haremos.


Cuando dibujamos o pintamos lo ideal es desentenderse de qué es lo que estamos dibujando y ceñirnos simplemente a lo que nuestra vista percibe. Todo se resume en distancias, direcciones, colores y manchas. Cuando seamos capaces de llegar a ese punto de abstracción, a traducir ideas complejas en simples formas y colores será cuando comprendamos cómo funcionan realmente el dibujo y la pintura.




LUCÍA ARES,

profesora en ESCUELA de Arte iONA





Fuente de la imagen: https://cupcakerecipestv.com/



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