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EN BUSCA DEL ESPACIO PERDIDO


Cada persona o familia que atraviesa la puerta de La Escuela para preguntar por las clases de dibujo y pintura tiene su propia historia, pero puedo afirmar que todas van buscando lo mismo: un espacio para expresarse. Desde las personas interesadas en el Taller Infantil o el de Adolescentes, a donde las familias se ven empujadas por la falta de espacio y de calidad, en general, en el currículum de la Educación Artística en los Centros Educativos (lo afirmo además como profe que reconoce sus propias limitaciones y las del gremio en esta disciplina en concreto). Es un hecho que las enseñanzas artísticas están siendo relegadas en los Centros Educativos. La imposibilidad de desarrollar ciertas formas de expresión en los Centros Educativos tradicionales lleva a muchas familias a buscar un espacio en el que poder llevar acabo esta tarea. Muy valorada individualmente pero poco valorada en conjunto, a nivel social.


Tod@s l@s niñ@s tienen la necesidad de expresarse, cada niñ@ elegirá la manera que mejor se amolde a su forma de ser. Pueden hacerlo a través de la música: tocando un instrumento, cantando o bailando. A través de las letras: escribiendo relatos o poesía. Mediante el dibujo y la escultura o de muchas otras formas. Todos y todas somos conscientes de que acercarnos al arte nos reporta múltiples beneficios: no solo se educa la mirada y la estética sino que se aprende a ver las cosas de diferentes maneras, a interpretar la realidad con amplitud de miradas y a expresarse a través de distintos lenguajes. Lo que deriva en algo muy importante: el desarrollo de nuestra creatividad, curiosidad y nuestro espíritu crítico.



Wasily Kandinsky, Waterfall (La Cascada). 1909, Óleo sobre cartón. 70 x 97 cm. Yale University Art Gallery, New Haven.



Desde nuestra infancia y durante la adolescencia sentimos la necesidad de expresarnos y ese deseo necesario va menguando a medida que vamos creciendo por diversas razones. Entre ellas, es curioso cómo se trabaja la expresividad en etapas tempranas del desarrollo, sobre todo en la etapa Educación Infantil, manteniendo algo de importancia durante la Educación Primaria. Pero se le va restando relevancia paulatinamente, hasta prácticamente desaparecer en la E.S.O. y Bachillerato, a no ser que se elija personalmente. Digamos que el camino artístico, en general, se va apartando de cada un@ de nosotr@s a medida que crecemos y únicamente sigue evolucionando en aquellas personas que lo ha elegido como parte de sus estudios o su formación profesional. En este punto y como consecuencia de ello, aparecen las personas que, ya maduras, se interesan por las clases de adultos, buscando llenar un hueco, intentando alimentar una llama artística que creían sofocada pero que continúa ardiendo en su interior, negándose imperiosamente a dejarla apagada para siempre, buscando una oportunidad para avivar esas brasas. ¡Ay! ¿Cuántas veces han venido padres o madres a apuntar a sus hij@s y han acabado ellos también pintando? O bien, ¿cuántas personas han pasado a echar un ojo o preguntar, y tras experimentar una clase de prueba se han apuntado a los talleres? Os digo que muchísimas. Han encontrado esa oportunidad, ese espacio que se estaban negando continuamente, como decía antes, por multitud de motivos. Por esta y otras razones me gusta pensar que parte de ese espacio que muchas personas andan buscando se encuentra aquí, en La Escuela iONA. Lo imagino como una catarata o un salto de agua que acaba en un lago lleno de experiencias artísticas. Yo trabajo día a día, junto a todo el equipo para enriquecer esas aguas. Buscamos que l@s alumn@s, tras cada clase, cada experiencia, cada chapuzón, salgan empapad@s de algo nuevo, una especie de baño refrescante, enriquecedor y regenerador.




Antonio Hernández,

Jefe de estudios y administrador en Escuela iONA


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