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EL DIBUJO: CREAR OTROS MUNDOS


El dibujo es lo que nos salvó a much@s de los meses de encierro en tiempos de pandemia. Es una vía de escape, una factoría de submundos que producimos a través del lápiz o el pincel. Un espacio en blanco en el que sólo gobierna quien dibuja y los factores externos se quedan a un lado. Es por esta capacidad de absorción por la cual dibujar, pintar, y gran parte de las ramas artísticas, nos proveen de una valiosísima herramienta a nivel emocional.



Hace poco, tras una conversación en torno a los superhéroes, les pregunté a l@s alumn@s qué poder elegirían, de entre todos los poderes posibles. Gran parte contestó: “SER INVISIBLE ”. Pues bien, dibujar, pintar…es lo más cercano a alcanzar este poder.

Cuando te embarcas en el proceso artístico la concentración llega a ser tal que incluso necesidades básicas como comer, beber o dormir pasan a un plano intrascendente. La conciencia misma de la acción desaparece, todo fluye y las horas empleadas se perciben como minutos. Es una sensación intensa, de inmersión total, como quien bucea en las profundidades del océano explorando un mundo recóndito y apacible.



Foto: iStock



Much@s alumn@s me comentan lo significativas que son para ell@s las clases de pintura. Utilizan expresiones tales como: “es mi tiempo”, “es mi espacio” , o “es mi momento”. Y es que se trata de un proceso muy íntimo, muy personal. En otro tipo de actividades habituales, como cuando visionamos una serie o una película, nuestro cuerpo es ajeno a lo que se representa en la pantalla, podemos mantener la inmovilidad y nuestra experiencia se limita a lo puramente audiovisual. Sin embargo, cuando dibujamos o pintamos, trabajamos la capacidad psicomotriz; conectamos la mente con nuestro brazo más útil, un binomio inevitable, un 2x1 en concentración.


Durante el transcurso de un dibujo los problemas externos desaparecen. No existen las preocupaciones laborales, ni los problemas personales, ni tan siquiera existen las pandemias. Durante ese tiempo sólo estás tú con tu lápiz, tu papel o tu lienzo y el micromundo que poco a poco va surgiendo entre trazo y trazo. Es como si durante ese período fuese posible tener el control, generar vida a partir de lo inerte de un espacio en blanco y convertirlo en la mejor versión de nosotr@s mism@s. Lo que resulta es una expresión de nuestra propia personalidad o del potencial de la misma, tratamos de sentir identificación con la obra y de ahí la autoexigencia que ponemos en su apariencia final. Dibujar es también crear cobijo para un@ mism@, un espacio para fomentar la paciencia, la lucha contra la frustración, para dar valor a lo conseguido con esfuerzo y dedicación, para entender los procesos, para evolucionar como persona.



LUCÍA ARES,

profesora en Escuela de ARTE iONA





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