Por Nerea Sánchez Palomo, profesora en Escuela iONA
Crear un proyecto de tatuaje es más que plasmar tinta en la piel, es un diálogo visual entre el tatuador y el cliente. Comienza con la inspiración, donde ideas se entrelazan y toman forma. La elección del diseño, la ubicación en el cuerpo y los detalles son cruciales. Curiosamente, algunos tatuadores incorporan elementos simbólicos únicos, transformando la piel en un lienzo narrativo. Esto es algo que me emociona, poco a poco voy marcando aún más mis rasgos personales en los diseños y cada vez son más reconocibles. Pienso que ofrecer un producto, en este caso el tatuaje final, al cliente es algo mágico y que se valora muchísimo.

El proceso de tatuar:
El proceso de tatuar es una danza meticulosa entre la máquina y la piel. Cada línea, sombra y color requieren precisión y paciencia. Durante el tatuaje, se despiertan curiosidades fascinantes, como la historia de la tinta utilizada o la evolución de las técnicas a lo largo del tiempo. La piel se convierte en un libro abierto, contando la historia del arte del tatuaje en cada trazo.
Mi experiencia siendo tatuadora:
Como tatuadora, cada sesión es única. La conexión con el cliente es esencial, descubrir sus historias personales y transformarlas en arte es un privilegio. A lo largo de mi carrera, he experimentado momentos de sorpresa y emoción al descubrir las historias detrás de los tatuajes. La piel se convierte en un testimonio visual, y cada experiencia deja una huella indeleble en mi propia historia como artista.
Conclusión:
El arte de tatuar es más que una expresión estética; es un puente entre el tatuador y el cliente, entre la imaginación y la realidad. A medida que cada proyecto cobra vida, se despiertan historias entrelazadas, revelando la riqueza del mundo del tatuaje. Ya sea diseñando, tatuando o compartiendo experiencias, el arte de los tatuajes continúa evolucionando, dejando una marca duradera en la piel y en el corazón.

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