Por Mireya Gómez, profesora en Escuela iONA
La fotografía siempre me ha acompañado desde pequeña.
Desde que me regalaron mi primera cámara de fotos, siendo una niña, me fascinaba registrar cualquier cosa que se cruzara por mi camino, por muy pequeña e insignificante que pareciera, aprendiendo a mirar las cosas desde otra perspectiva y a pararme a observar algunas cosas que pasarían desapercibidas. Para mí la fotografía era un diario visual de todo lo que veía. Por ejemplo, cuando iba con mi familia a pasar el día al campo me podía pasar horas detrás de las mariposas intentando captar su vuelo y el movimiento de sus alas y de todas las hojas y flores que encontraba por allí. Sin saberlo, era la curiosidad por el mundo y por lo que tenía a mi alrededor lo que me movía para capturar esos instantes. Con el tiempo, descubrí que aquella curiosidad venía de la mano de una mirada artística. Tras hacer tantas fotos de un mismo motivo , afloraba el conocimiento intuitivo sobre cómo componer los elementos en la imagen.
La fotografía me parece una herramienta muy valiosa, no sólo es un medio artístico que ya de por sí tiene mucho valor, sino que también es una herramienta científica. A lo largo de la historia ha habido fotógraf@s llenos de curiosidad y que han documentado fenómenos naturales, contribuyendo al conocimiento científico y dejando un legado artístico. Os voy a hablar sobre algunos que han combinado arte y ciencia en un precioso trabajo. En primer lugar, tengo que presentaros a Katia y Maurice Krafft, es una pareja de vulcanólogos franceses cuya historia me parece realmente increíble e inspiradora. Tras haber visto el documental de “Fire of love” , el cual narra sus extravagantes vidas, sus innumerables videos y fotografías en los volcanes me sentí muy inspirada por su enorme pasión por la esencia de la vida.
Estos dos vulcanólogos murieron a causa de un flujo piroclástico en el monte Unzen en Japón , haciendo lo que más les gustaba en la vida. Fueron conocidos como los pioneros en fotografiar y filmar volcanes en erupción, a menudo a pocos centímetros de distancia de la lava para estudiarlos en profundidad. Tenían más sed de conocimiento que miedo y amaban las sensaciones intensas y el peligro por encima de todo. Individualmente sentían una gran pasión por los volcanes, se conocieron en la universidad y poco después empezaron a observar los volcanes de cerca trabajando en equipo. Ahorraron para un primer viaje a Estrómboli para fotografiar su erupción, y recibieron gran interés por su trabajo, y esto les llevó a empezar a viajar por todo el mundo en busca de volcanes en erupción. Katia Krafft era la que realizaba las fotografías aportando su mirada observadora, la mirada de las pequeñas cosas que hacen comprender todo el conjunto. Maurice, se ocupaba de la grabación, siempre buscando el efecto impactante y grandioso. Sus fotografías han ayudado a entender mejor la actividad volcánica y su impacto en el medio ambiente.
Tras ver los efectos nefastos que supuso la erupción del Nevado del Ruiz en Colombia, que sufrió numerosas muertes por no evacuar, empezaron a trabajar en un proyecto para concienciar a la gente y a las autoridades para futuras evaluaciones. Y aunque eran científicos, dejaron también un gran legado artístico. En la belleza y la sensibilidad con la que plasman lo que ven va más allá de una fotografía científica se puede apreciar en un gusto por la composición cinematográfica. Sin lugar a dudas, Katia y Maurice han sido una gran fuente de inspiración para otros artistas y científicos.
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