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Arte y moralidad

Por Lucía Ares, profesora en Escuela iONA



Conocer la biografía, los rasgos de la personalidad o las inquietudes de un artista nos ayuda habitualmente a comprender o tener una visión más profunda y completa de su obra. Sin embargo, tener ese tipo de conocimientos, normalmente sesgados y parciales, también nos lleva a la idealización de tal artista o todo lo contrario, puede derivar en una ciega aprensión hacia su persona y también hacia su obra.


Son much@s l@s artistas que han caído en el rechazo por supuestamente cruzar límites de la moralidad, por romper con los valores de la sociedad actual a pesar de haber gozado de un gran reconocimiento tiempo atrás. Personas que idolatraban la obra de tales autores terminan por mostrar un rechazo total hacia aquello que un día apreciaron por su valor artístico, y es que el ser humano tiene una preocupante inclinación hacia la polarización de sus sentimientos. Se pasa del amor al odio con suma facilidad, sin apenas reflexión, sin la posibilidad de discernir entre las características formales de una obra de arte, del talento que pueda tener ese artista, y su vida personal. En mi opinión, el hecho de que una persona comparta o no mis valores no altera el hecho de que pueda considerarle buen artista o admirar su talento para según qué cosas. Es posible ser ateo y disfrutar de la belleza de una catedral o de la teatralidad que engloba un paso de semana santa. Y aunque sé que esto puede generar diversidad de opiniones y debate, también considero posible reconocer el ingenio de quienes suelen ser considerados como " monstruos".



Me parece necesario e interesante poder valorar en positivo acciones o cualidades de alguien a quien no entendemos o desaprobamos en otros campos. ¿Quién quedaría en pie si fuésemos juzgados por todos nuestros errores ( o diferencias), y que esto se viese extendido a todos los ámbitos de nuestra vida?; ¿No merece ser valorada la parte luminosa de una persona, por más que abunden otros rasgos menos positivos? Me viene a la mente el caso de Woody Allen, pero también el de much@s otr@s como el pintor Balthus, visto con ojos de sospecha por su temática controversial de índole sexual.



"Thérèse Dreaming", de Balthus




Desnudo del pintor Egon Schiele, censurado a menudo por "pornográfico"




"Figura con carne", Francis Bacon



Recuerdo también otros casos en los que por una acusación se le retira instantáneamente todo tipo de apoyo a una persona. Del amor al odio en un click. Pienso también en cómo se juzga a un artista en cuento expone su ideología política. Que si a Sabina le gustan los toros, que si tal escritor apoya a Sánchez, que si esta cantante( que antes me encantaba) es neoliberal... La inquisición contemporánea.


He visto incluso cómo se cuestionaba la salud mental de un artista, y la calidad de su obra, por considerar la temática como de poco gusto, depravada, perturbadora. Curiosamente a muchos se les olvida ese rechazo cuando esas pinturas acaban siendo valoradas en millones de euros, expuesto en las instituciones y siendo visitadas por aquellos que en un principio miraron aquello con desdén.


En mi opinión, aunque una película, fotografía, o pintura muestre un asunto moralmente turbador, lo realmente importante (a nivel artístico) radica en cómo son contadas las cosas, en su talento, sus cualidades, su genuidad para narrar o representar esas ideas, sean oscuras o cuenten con el beneplácito del común de todos los espectadores. Pienso que es peligroso caer en esa inquisición artística, en el blanco o el negro, pues estaríamos olvidándonos que el arte debe ser juzgado meramente por elementos estéticos, de no ser así terminaríamos apagando hasta el más mínimo rastro de luz de todas las personas que no comulguen con nuestros pensamientos.

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