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Arte como espejo



¿Alguna vez has tratado de hacer una receta con prisas o enfadado? En ese caso, es bastante probable que se te haya quemado, que midieras mal las proporciones o que se te haya olvidado algún ingrediente fundamental. Pues esto mismo pasa cuando estamos dibujando, pintando o realizando cualquier tipo de creación artística. Durante el tiempo que he dedicado a dibujar, pintar o crear, he podido darme cuenta de cómo influye mi estado de ánimo con lo que quiero representar.


Han sido ya varias veces las que me he puesto a dibujar un retrato, por ejemplo. El proceso suele ser así: me siento delante del papel con la imagen de referencia al lado, comienzo a dibujar y al rato descubro que hay algo que no sale bien, que cometo siempre el mismo error, y si no me doy cuenta entro en un bucle. Una parte de mi quiere seguir y seguir hasta tener un resultado que me guste pero hay veces que eso no ocurre. Cuando ya cansada me paro, me doy cuenta de que realmente quizás no empatizo con la persona que estoy dibujando , la mayoría de las veces ocurre si es una foto de internet de una imagen que no me transmite nada emocionalmente. O quizás me incomoda lo que me llega de esta persona. O que estoy enfadada o preocupada por algo. Todo esto se ve reflejado de una forma sutil en mis emociones y por ende en mi actitud y mi manera de abordar la obra.



Dibujo de la alumna Marta Catalán (representación de La noche estrellada de Van Gogh)



Es por ello que al contrario, cuando hay algo que me emociona, me llega, me apasiona y estoy abierta a disfrutar del proceso todo ocurre de forma fácil. El tiempo deja de existir, cualquier ruido de mi alrededor se minimiza y puedo fluir. Generalmente en estos momentos mi atención es plena. Mi nivel de concentración también es alto y por lo tanto aumenta mi disfrute. Se queda atrás la resistencia, la exigencia, la pesadez o la preocupación por el resultado y entonces, solo existe el momento presente.


De esta manera, muchas veces descubro cómo estoy a través del arte. Es cuando me dispongo a crear que aparecen líneas duras y rápidas si estoy inquieta, algo cálido y suave si estoy tranquila, o en paz. La elección de colores seguramente también influye sutilmente y puedo ver si estoy más alegre o triste. Si nos abrimos al arte, él no nos engaña, siempre nos muestra un espejo en donde poder mirarnos y seguir conociéndonos, aparece la verdad de lo que traemos en ese momento, o de lo que nos transmite lo que queramos representar.


Ahora como profesora, puedo darme cuenta de la importancia de cómo se sienten mis alumnos y cómo esto afecta directamente al resultado y al proceso de creación.

También en ellos puedo ver el cansancio, la tristeza, la alegría, sorpresa o diversión.

Y está bien, es importante recordar que todo esto está bien, es natural y debemos acogerlo.


Además de espejo, considero que el arte también tiene la capacidad de transformar.

En algunas clases mis alumnos me comentan que venían cansados o desanimados al entrar y salen llenos de energía, contentos y conectados consigo mismos. Esto sucede porque se ha dado el espacio para acoger la emoción con la que llegó y de forma natural puede transformarse a través de los trazos, las líneas, manchas o por el simple momento de parar y estar en atención plena en algo, solamente para mí.

Si sabemos observar con amabilidad, nuestras obras pueden estar diciendo mucho de nuestro mundo interior, nuestras necesidades y tendencias no solo artísticas sino personales. Mi ritmo, mi color, mi dirección, mi equilibrio y presencia, todo ello nos muestra una manera distinta de mirarnos al espejo.



Paula Rodríguez Magro,

profesora en Escuela iONA


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