Por Francisco Mayor Maestre, profesor en Escuela iONA
Asumimos que todes pensamos en un cuadro terminado y colgado cuando pensamos en la pintura, o tal vez podríamos pensar en su forma básica como aglutinante y pigmento. Si acudimos a la RAE todas las acepciones van en este sentido. Es un termino que empleamos para referirnos al proceso, al resultado y al material. Por esto en general huyo de hablar de pintura y prefiero referirme a “lo pictórico”. Pero esto es solo un clavo al que agarrarse para poder asomarse a esta práctica sin patinar. La pintura como disciplina es díscola, incómoda para la vanguardia y terca para el neocademicismo. Pero sin embargo y tras tanto anunciar su muerte ahí sigue, viva, revivida, o renacida, como ustedes quieran. El hecho es que después de todo esta práctica sigue sirviendo a las artistas actuales para pensar su mundo. Esta capacidad de mutación, de adaptación o su promiscuidad es algo que me fascina y en lo que no puedo dejar de pensar.
Me resulta llamativo cómo es posible que un medio eminentemente material, lento en el hacer y rudimentario en su tecnología siga siendo un sistema válido en la contemporaneidad, llamémosla líquida, virtual, hirpeveloz, tardocapitalista globalizada (póngase el sustantivo que se prefiera, todos ellos hacen referencia a la desmaterialización y la deslocalización). Por esto necesitamos preguntamos ¿por qué la pintura todavía? Aún sólo en la duda de qué es la pintura, tenemos la certeza de su materialidad, de como el orden de sus elementos físicos diversos permite articular resultados y discursos múltiples. Entonces, podemos afirmar que la pintura es una forma de construcción de imagen esencialmente mineral. Pensando en esto, quizás lo que me resulta más complicado de encajar en la contemporaneidad, es la necesidad de una forma de hacer que nace desde lo material, que asume una tradición y que nos orienta a una forma concreta de mirar y por tanto a una forma de pensar específica (porque no olvidemos que percibir es pensar). Omar Pascual- Castillo cree que esta necesidad de seguir usando esta tecnología de producción de imágenes materiales que nos obligan a pensar(las) precisamente desde su condición material tiene que ver con una necesidad primigenia:
La pintura, como la materia, no desaparece, solo cambia y evoluciona, en este caso gracias a la impronta de una imaginería visual mucho más promiscua, ecléctica y heterodoxa. Es como si supiéramos que por mucho que los medios de información visual evolucionen, nunca superaran o alcanzarán el placer total de la carne, del músculo, la saliva, el sudor, incluso la peligrosa sangre (1).
Quizás debemos empezar planteando ¿qué es la materialidad de la imagen? y ¿cómo podemos definir la misma? La complejidad a la hora de definirla subyace en la diversidad de formas minerales presentes; hablamos de algo que es principalmente heterogéneo y que vibra desde la evidente forma de la pintura (aglutinante y pigmento) hasta las formas trans de la imagen virtual, de la e-imagen (2) que podemos imaginar hormigueando en la superficie lo pictórico. Por tanto, podemos aproximarnos a definir la materialidad de la imagen pictórica como el resultado de un proceso donde intervienen, por un lado, la praxis de la propia artista y por el otro, los aspectos formales concretos de los soportes y materiales plásticos empleados.
The Possibility of Purple, Adrian Ghenie y David Nuur 2013
Cuando pintamos, cuando pensamos en lo pictórico desde la practica, es decir: cuando hacemos, se van revelando en el procesos una serie de, llamémoslo sintagmas del lenguaje, o metaimágenes fruto de la propia fisicidad de los materiales de los que nos valemos para avanzar. Sintagmas en los que nos apoyamos para hablar “de y con” la imagen que estamos construyendo. Esto mientras pintamos es una constante necesaria y que generalmente convenimos en llamar plástica, lenguaje, capa, piel… es proceso, pero al tiempo es proyección de futuro, algo así como si la acción presente en mi soporte desencadena la siguiente, la imagen (pretendida y la necesaria, la que aporta el propio uso de los materiales) presente es el síntoma de la imagen siguiente que late ya en la superficie. Georges Didi-Huberman mucho más prolijo en la palabra que yo expresa esta idea de una imagen como desencadenase de la siguiente de forma mucho más clara y poética.
Si realmente quieres verle las alas a una mariposa primero tienes que matarla y luego ponerla en una vitrina. Una vez muerta, y sólo entonces, puedes contemplarla tranquilamente. Pero si quieres conservar la vida, que al fin y al cabo es lo más interesante, sólo veras las alas fugazmente, muy poco tiempo, un abrir y cerrar de ojos. Eso es la imagen. La imagen es una mariposa. Una imagen es algo que vive y que sólo nos muestra su capacidad de verdad en un destello.(3)
Foto de Nico Munuera (ST, 2020, Galería Luis Adelantado Valencia)
Para el artista Nico Munuera el lenguaje de la pintura, este proceso del que venimos hablando, es un momento determinado, como una forma de comunicación que atraviesa lo pictórico pero no permanece en ello. Propone que en el proceso es precisamente donde ocurre el lenguaje, entiende por tanto, el lenguaje y la plástica como un acontecimiento y no como un resultado.
Fuentes:
(1) Pascual- Castillo, O. On Painting. Prácticas pictóricas actuales... más allá de la pintura o más acá.
(2) Brea, J.L. La era de la e-imágen. Nuevos regímenes escópicos. En línea: https:// www.medialab-prado.es/videos/la-era-de-la-e-image-nuevos-regimenes-escopicos.
(3) Didi-Huberman, G. y Romero, P.G. Un conocimiento por el montaje. Madrid: Minerva CBA 5.07. Madrid, 2007
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