Por Lucía Ares, profesora en Escuela iONA
Los paisajes de Casper Friedrich transmiten, como buen pintor romántico, un halo de nostalgia, melancolía, inquietud y misterio. En esta etapa del arte (finales siglo XVIII- s. XIX), no abundan los cielos de azules vitales veraniegos, sino unos nubes que anuncian tormenta, o, el espesor de la bruma, de una neblina que apenas permite visibilizar con claridad lo que se representa, que escasamente insinúa figuras misteriosas, que de manera muy frecuente se muestran de espaldas al espectador. En el romanticismo, que nada (o poco) tiene que ver con romances, y si los hubiera, terminarían siempre de la manera más trágica, al más puro estilo tragedia griega abunda la poesía y el aspecto más estético... pero siempre con muerte, ruina o desdicha como resultado. Es decir, en este periodo, toda expresión artística trata del drama en estado más puro. No hay finales felices, ni se muestra ni un ápice de alegría, si no más bien una preocupación profunda hacia cuestiones como la brevedad de la vida, la decadencia de un pasado mejor, la radical importancia de luchar (hasta la muerte) por unos ideales o por las propias incertidumbres del ser humano.
Caspar Friedrich- "El caminante sobre el mar", 1818
A diferencia de otros periodos en los que el paisaje resulta ser un género denostado o de segundo nivel, en la pintura del romanticismo, el paisaje es la estrella del momento. Eso sí, tal y como adelantaba en los primeros párrafos, hablamos de un paisaje misterioso, de tonos muy terciarios donde suele colarse un rayito de luz (no sabemos si por regalarnos un poco de esperanza o por el puro efecto estético del contraste del claroscuro).
Los atardeceres y amaneceres también son temas clave en el romanticismo ( Turner se obsesionó con ellos hasta el final de sus días), pero también el resto de pintores románticos tuvieron esa debilidad por los inicios y finales del día, quizá precisamente por el sentido metafórico que esconden ambos momentos. Y esto se me ocurre porque a los románticos les gustaba mucho jugar con el simbolismo y con las alegorías. Por ejemplo, otro elemento nuclear para los románticos es la representación de barcos. Y aunque en ocasiones estos barcos parecen navegar tranquilamente, con mayor frecuencia se encuentran en las peores situaciones: padeciendo naufragios, hundimientos y batallas con las tradicionales tormentas de los mares del romanticismo.
El barco representa la vida (una vida que se va a pique, cómo no). Es una vida la deriva, condenada al hundimiento . Podemos ver cómo Friedrich utiliza esta comparativa vida-barco en esta obra. Y hay demasiadas evidencias como para no ver la intención del artista. Mismo número de barcos que número de personas representadas (cada barco se asocia a una etapa de la vida). El barco que se aleja en el horizonte sería sin duda el homónimo del hombre de mayor edad, ya en la recta final de su viaje. Buena muestra de las corrientes sentimentales y estéticas de la época.
Caspar Friedrich- "Las etapas de la vida", 1835
Aunque Friedrich coincide en las preocupaciones de sus coetáneos del siglo XIX, tiene por supuesto su estilo personal de representar tales sentimientos de incertidumbre y vulnerabilidad. Si tienes la ocasión de poder acercarte a una de sus obras, podrás confirmar que su pintura es sorprendentemente delicada, sutil, dulce, minuciosa. Friedrich era un alemán muy japonés. Y digo esto porque el detalle y la pulcritud de los mínimos detalles recuerda mucho a las serigrafías japonesas tradicionales. Sus cuadros tienen un ejecución, un acabado similar a las sensibles ilustraciones botánicas de aquellos libros científicos que recogían de forma pormenorizada hasta el último detalle de cada especie de planta. Este refinamiento en los acabados no deja duda de que Friedrich era muy metódico y paciente, especialmente sensible, ordenado y extremadamente perfeccionista. Ahora, te dejo disfrutar de la versión mini (y digital) de algunas de sus obras. Con suerte en un futuro cercano podrás visitar "un Friedrich" en persona.
Caspar Friedrich- "Abadía en el robledal", 1809
Tumba megalítica en la nieve, 1809. (Muy japonesa)
Caspar Friedrich- "Dos hombres analizando la luna", 1818-1819
Caspar Friedrich- Luna saliente sobre el mar, 1822
Caspar Friedrich- "El mar de hielo", 1823-24
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