Por Lucía Ares, profesora en Escuela iONA
Este artículo surgió a partir de mi último viaje, aprovechando el maravilloso puente de la Constitución. Los viajes siempre nos aportan nuevas perspectivas, anécdotas, experiencias y algún aprendizaje interesante.
Resulta que en una de mis muchas visitas a los museos de tierras de Holanda (hace años denominado Países Bajos), me encontré con un caso peculiar de fusión cultural que luego os contaré. Vamos con el contexto.
En el Kunstmuseum (La Haya), se exponían algunos bocetos del diseñador Balenciaga, algunas piezas de la famosa escuela Bauhaus y una colección de la protagonista de este artículo, la cerámica de Delft.
Delft es una pequeña ciudad, conocida turísticamente por sus cerámicas y por ser ésta la ciudad de Johannes Vermeer, el artista creador de La joven de la perla, (aunque hay que aclarar que esta pintura no la encontrarás en Delft, si no en La Haya, o en Den Haag para los holandeses).
Jarrón de cerámica china. Dinastía Ming
Pero aunque hablar de Vermeer podría ser apetecible trataré de no desviar la atención del tema que os quería contar. Aquí viene el peculiar relato. La apariencia de estas piezas es muy similar a la archiconocida cerámica china. ¿Qué es lo que pasó, de dónde provenía esa semejanza?
Esta es una historia de cuando la versión barata de otro producto original de gran prestigio acaba por alcanzar cotas de fama (casi) a la altura del producto copiado. También es una historia de intercambio, de fusión cultural, de apropiación, de reinterpretación e incluso de reinterpretación de la reinterpretación.
En el siglo XVII la cerámica china de color azul y blanco era lo que podríamos llamar una tendencia en las principales cortes europeas. La ciudad de Amberes, donde residían numerosos alfareros italianos, fue destruída por la la Furia española (tropas de Felipe II en 1576). ¿Por qué cuento esto? Porque estos ceramistas se mudaron a Delft y fueron los que crearon una imitación del producto chino en versión "low cost", también llamado cerámica de Delft.
Las piezas orientales tenían un alto precio y resultaban inaccesibles a la mayor parte de la población, (además de que estaban formadas por caolín, un material que no se encontraba en Europa). Conscientes de esta problemática, los alfareros italianos que nombrábamos, idearon una imitación a partir del estaño, llamada loza fina, cuya apariencia y refinadas pinturas triunfaron, no sólo en esos territorios, si no también en otros países de tradición cerámica como Portugal, España o la propia China. A menudo, estas piezas están decoradas con icónicas praderas rodeadas de canales, molinos o también arenques, producto muy popular en este paradero norteño. Incluso los propios chinos acabaron sucumbiendo a esta nueva versión de su producto.
Sin embargo, como toda moda, tuvo un principio, un auge y una decadencia. En el siglo XVIII, la cerámica de Delft perdió popularidad por una nueva situación económica y una nueva contricante, la cerámica inglesa, que era más rentable y funcional.
A día de hoy, la cerámica de Delft es todo un símbolo en Países Bajos, a la altura de los tulipanes, de los molinos, de los arenques, de Rembrandt, de Vermeer. Y eso es algo que se hará patente si visitas este país. Las piezas genuínas de esos tiempos (hace 400 años) son muy valoradas por coleccionistas y amantes de la cerámica y son vendidas por grandes sumas en las subastas.
Curiosamente lo que surgió como una copia low cost de la cerámica china también es copiado en materiales de inferior calidad, y suelen ser las piezas que se llevan a su casa los turistas como recuerdo de la visita a tierras neerlandesas.
Ejemplo de jarrón de cerámica de Delft con el tradicional molino holandés como imagen principal
Fuentes:
https://www.catawiki.com/es/stories/4667-5-cosas-que-no-sabias-sobre-la-ceramica-de-delft
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